El municipio de Garray (Soria) podía presumir hasta hace poco de albergar ‘el invernadero de rosas más grande de Europa’. Sin embargo, llegó el desplome de Aleia Roses, la empresa que explotaba esas catorce hectáreas de flores, y con él un concurso de acreedores que puso en jaque a más de doscientos trabajadores. En ese punto y hace ya un año, una firma nueva, Ondara, adquirió toda la compañía. Aunque al principio quiso compatibilizar las rosas con otros cultivos, entre febrero y abril se decidió a arrancar los rosales para centrarse en «el nuevo proyecto»: cannabis medicinal. Este mismo agosto han recibido licencia de la Agencia Española del Medicamento (Aemps) para cultivar tres hectáreas.
«Al principio se pensó en compatibilizar las rosas con el cannabis y con otros cultivos, pero nos dimos cuenta de que era una locura», explica Sara Lamata, portavoz de la compañía Ondara. En España, compiten con solo otras nueve empresas que también han recibido el visto bueno para cultivar con fines médicos o científicos. No obstante, aseguran que si algo han aprendido del fracaso de su predecesora es que no deben intentar abarcar demasiado. Por eso es preferible arriesgarse con un mercado que ya conocen bien ellos y Full Moon, el fondo estadounidense al que pertenece la empresa. Sus potenciales clientes podrían ser farmacéuticas que estén en Alemania o Reino Unido. Si les va bien, tratarán de expandirse, pero por el momento las 11 hectáreas de invernadero restantes solo recibirán limpieza y mantenimiento. «Usarlas todas para el cultivo de cannabis podría significar duplicar toda la producción de Europa», estima Lamata.
La empresa Ondara pidió la licencia en noviembre del año pasado, pero los ritmos de la burocracia han querido que no la reciba hasta ahora, tras una auditoría y después de demostrar que puede adaptarse a la normativa y a un procesado en varias fases. Para preparar esta etapa previa, se pusieron en movimiento unas 30 personas en la oficina. El resto se mantienen a la espera, en ERTE. Desde el sindicato UGT confirman que previamente, con el traspaso de negocio, hubo un ERE que afectó a «unas 25 personas», pero la mayoría aguanta. «Había bastante preocupación por parte de los trabajadores hasta que han llegado los permisos», concreta Miguel Ángel Moldes, miembro de dicha federación. «Ahora están más tranquilos, aunque si el proceso se alarga, volverán los nervios», predice.
Y es que, a pesar de que el calendario no está claro, en diciembre, cuando expire el ERTE, tanto empresa como sindicatos esperan que todos los trabajadores de Aleia hayan podido volver progresivamente a los invernaderos, tras pasar por unos cursos formativos especializados.
La alcaldesa de Garray, María José Jiménez Las Heras, se muestra tranquila y confiada. Asegura que no tienen paro en el municipio soriano, de poco más de 700 habitantes. Cuentan con industrias que fabrican pienso, embutidos o artículos de carpintería. Si bien «hay muy poca gente del municipio trabajando allí», el empuje de Aleia se renueva sin estigmas con Ondara. «A la gente le da igual el producto, lo que realmente importa son los puestos de trabajo», sostiene. «Garray antes era un referente en rosas y ahora lo será en cannabis medicinal», zanja.
Se buscan ‘growers’
Eso sí, el salto que va de regar variedades como la rosa ‘red naomi’ a cuidar de los cogollos de marihuana requiere reciclaje profesional: en Ondara buscan ‘growers’. Este término en inglés– designa a jardineros que deben conocer «las necesidades de la planta», algo que podría abrir la puerta a buscar fuera, dado lo escaso de este tipo de carrera laboral en la legalidad española.
Por lo demás, los perfiles profesionales no distan tanto de los que precisaba Aleia, con puestos técnicos en relación con el riego o con la coordinación. Con la vista puesta en estos cambios están trabajadores como la soriana Beatriz Ángela Cabeza, de 45 años, una de las primeras mujeres que entró en Aleia. Comenzó como peón agrícola en el invernadero en 2016, y luego pasó a la sección de empaque. Allí clasificaba las flores en función de su calidad. Aunque su labor era «francamente bonita» y lo que le deparará el nuevo puesto es aún una incertidumbre, también admite que lo espera con mucha ilusión, con la esperanza de seguir en Soria con un contrato indefinido. «Tengo ganas de empezar un nuevo proyecto, de que prospere y de que dure más de cuatro años», cuenta.
De ahora en adelante, un nuevo sueño mercantil nace en Garray. Solo que esta vez no vendrá envuelto en fragancia de rosas, sino dispuesto a transformar a la droga más consumida del planeta en una enseña del sector farmacéutico a nivel internacional.
¿Qué se extraerá exactamente?
Los invernaderos de Garray centrarán su producción en el tetrahidrocannabinol (THC), un componente de la marihuana. Su cultivo y transformación necesita licencia porque, a diferencia del cannabidiol (CBD) que es legal para uso externo en España, el THC es la sustancia ‘que coloca’, pero también aquella con mayores propiedades terapéuticas.
Si se consume en exceso puede causar alteraciones en la memoria o en el estado de ánimo y también posee efectos terapéuticos que es una gran ayuda para personas con enfermedades crónicas, como el párkinson o con algunos tipos de cáncer, según la Fundación Canna.